Hoy en día, los espejos están hechos con polvo de alumio, pero los egipcios usaban cobre pulido. El cobre se asociaba con la diosa Hathor, que era la personificación femenina del sol y representaba la belleza, el amor, el sexo, la fertilidad y la magia.
Los aztecas usaban obsidiana muy pulida, un vidrio volcánico de color negro, para hacer sus espejos y creían que estaban vinculados con el dios Tezcatilipoca. Tezcatilipoca era el señor de la noche, el tiempo y la memoria ancestral, y usaba espejos para cruzar entre el reino terrenal y el inframundo.
A menudo se creía que los espejos absorbían y almacenaban lo que reflejaban para usarlo después y se cree que este podría ser el origen del famoso cuento del espejo de Blancanieves.
Se creía que la verdadera Blancanieves fue en realidad una baronesa Bávara del siglo XVIII, cuyo padre se volvió a casar en 1743. La madrastra, que favoreció a los hijos de su primer matrimonio, recibió un espejo de su nuevo esposo a modo de regalo.
Se decía que era un “espejo parlante”, ya que los espejos hechos en la región bávara de Lohr, en la Alemania moderna, eran de tal calidad que se creía que “siempre decían la verdad”.
El espejo real de este cuento se puede ver en el Museo Spessart, en el Castillo de Lohr. (Es el no que no tiene frase escrita)